Un asado nivel dios
Fin de semana, el sol brilla en el cielo, los pájaros cantan, la temperatura es primaveral, todo es perfecto y, sin embargo, sentimos que falta algo importante. Las tripas nos rugen como leones hambrientos... ¡Claro, el asado! Si es cierto el dicho “Panza llena, corazón contento”, lo podríamos reformular con un “Panza llena de asado, corazón que explota de alegría”.
No solo nuestro corazón, nuestro olfato también quiere regocijarse con ese olorcito a carne a las brasas mientras escuchamos el aplauso para el asador, un reconocimiento de nuestros comensales al manjar exquisito, gaucho, que les estamos ofreciendo. Así después, ya relajados, con nuestros amigos regresando contentos a sus hogares, jugamos un poco de Blackjack Online para ponerle un broche de oro al día. Pero, ¿cómo hacer un asado nivel dios que esté a la altura de las circunstancias? Te lo explicamos a continuación.
Él cocinó al calor de las brasas
Si a Gustavo Cerati se le hubiera ocurrido escribir algún tema sobre el asado, sin duda el título de este apartado estaría incluido en la letra. Y es que la forma de combustión es fundamental para darle el gusto distintivo a la carne que asamos. Lo ideal es hacer unos bollos con papel de periódico, poner unas ramas secas arriba en forma de pirámide y darle fuego.
Una vez que las ramas estén encendidas, es hora de colocar el carbón. Una buena cantidad de carbón asegura que podamos desplegar la carne (entre 300 y 400 gramos por persona) a lo ancho de la parrilla. Usar solamente madera se lo dejamos a los asadores ninja, ya que prolonga mucho el tiempo de cocción, además de requerir una atención permanente y una cantidad de madera considerable. Usar solamente carbón le quita el gusto especial de la mezcla de grasa de la carne (¡prohibida la carne sin grasa!) con la madera en combustión.
Un buen asado tiene que tener chorizos y morcillas, que se cocinan más rápido. Nuestros invitados van a estar agradecidos, comiendo los famosos “choripanes” argentinos (chorizo con un tajo transversal, entre dos panes) mientras esperan que el asado de tira, el vacío, y/o la carne de cerdo estén listos.
Todo muy bien, pero nuestro asado no pasa de normal. Para llegar al asado nivel dios tenemos que agregar las “achuras”, costumbre ineludible del asado argentino que se refiere a las vísceras de la vaca. La molleja está en el puesto número uno, delicia preferida por Juan Manuel de Rosas (gobernador de Buenos Aires en el siglo XIX) cuando estaba en el exilio. Hasta letras de tango suspiran por esta glándula que simplemente necesita limón y calor de parrilla para quedar dorada, crocante y perfecta. Varios escalones detrás están los chinchulines y los riñones, solo para valientes dispuestos a probar texturas diferentes.
Un buen asado debe ir acompañado de una buena ensalada: lechuga, tomate, zanahoria, palta, cualquier vegetal o fruta que refresque es un “golazo” para el paladar.
Pecados del asador
Hay algunos errores que pueden echar a perder el asado. Por ejemplo, jamás (¡pero jamás!) se nos ocurra pinchar la carne para darle vuelta. Estaríamos permitiendo que se le escape el jugo y, como resultado, tendríamos carne seca.
El asado no es apto para ansiosos. La cocción es lenta, con un nivel bajo de calor, a distancia de las brasas. Si podemos dejar la mano a unos centímetros de la parrilla sin que nos queme, encontramos la distancia justa respecto de las brasas.
Siempre hay que cortar la carne cruda sobre una superficie distinta a la de las ensaladas. De otra forma, correríamos el riesgo de contaminarnos con bacterias.